Arsen de Lothian (Edimburgo 1999 — Muro de Adriano 20??) Se le considera el ideólogo de la Miasma, aunque algunos contemporáneos ( véase Thomas Burns "La Rebelión de la Miasma") vieron en el más una figura poética e idealizada que la mente pensante que organizó la sublevación contra el Klaan en los hechos comúnmente conocidos como "Noche Aciaga" en 2049, y su posterior resistencia a manos de los insurgentes.
Tomo VI - La Guerra Perdida de Evan Trevanian
Cuando Stacia llegue al Muro de Adriano no me encontrará. Puede que pasen meses o años, pero —al final— su voluntad la conducirá hasta mí. Sólo hay un problema, insignificante: el hombre que tendrá ante sus ojos se habrá convertido en un completo desconocido. Intento imaginarnos juntos después de tanto tiempo, y en cada ocasión terminamos de la misma forma: ella gritando, yo tapándome los oídos, y su voz haciendo estallar un espejo en el que contemplo un Arsen roto, hecho pedazos. Un Arsen de Lothian oscuro, vacío, henchido de aquello que más teme.
Me ofrezco voluntario para las guardias nocturnas. Todos piensan que soy un héroe. Eso me avergüenza. Me consume.
Durante la noche, las tinieblas hacen que mis pensamientos parezcan menos sombríos. No hay contraste. Cada uno de ellos asemeja a una prenda mal confeccionada. Soy un sastre de manos temblonas, cortando y cosiendo en una frenética carrera contra reloj. Al terminar y ver el resultado, enloquecido, los deshago, y vuelvo a coser una y otra vez, pinchándome, sangrando, dejando mi huella roja sobre cada uno de ellos.
Enhebro mi cordura con un hilo desecho, con la esperanza de hallar algún sentido.
Vivo a costa de los sueños que una vez forjé, y que ahora me resultan imposibles de creer. Pero miento bien. Y los demás, cuando me escuchan, sueñan. Es por eso que aún me permito vivir, a pesar de mi impostura.
La noche es fría, despejada. Arsen de Lothian tiene la piel de gallina, se ha negado a coger una prenda de abrigo esperando evitar el sueño. Debe permanecer alerta. Alza la cabeza y distingue a Scorpius: brillante, onírico. No es capaz de asimilar que en el año 4000 A.C. los sumerios pudieran contemplar ese mismo cielo. Al ser humano se le escapa el Universo, demasiado paño para tan torpe sastre. De Lothian piensa "pequeño, pequeño, insignificante, banal, todo nuestro sufrimiento".
Un lobo aulla, unos pasos se acercan sigilosos, Arsen suspira.
—Si no mueres un día...
—Mueres otro...
—Arghhh, por dios bendito, ¿quién tuvo la ocurrencia de ese santo y seña!
—Hum... creo que yo... me pareció trascendente.
—¡Y una mierda! No he oído tamaña sandez en mucho tiempo, chico.
—¿Qué te trae por aquí, Picto? Dime...
—Ah, Arsen, siempre directo al grano. ¿Un poco de whisky?
—Sabes que no bebo. Venga, suéltalo y vete.
—Admiro tu cortesía, muchacho, en serio. Bah, tranquilo, me esfumo rápido. Te traigo noticias: ha regresado un comando del sur, diezmado, corren rumores de grupos armados que se están oponiendo al Klaan. Dicen que se dirigen hacía aquí.
—¿Son fiables las fuentes?
—Ya sabes como va esto... les hemos practicado la Cuarentena, pero el Klaan les entrena cada vez mejor para superar nuestros interrogatorios.
—¿Se sabe quién es su líder?
—Una mujer.
Arsen cierra los ojos y contiene la respiración. No, tan pronto no —piensa—, aún no estoy preparado, jamás lo estaré.
—¿Su nombre?
—Stacia, de la tribu Eburonian.
Arsen ahoga una exclamación.
—¿Qué quieres decir con eso de "tribu"?
—Ni puñetera idea. No preguntes. Por lo visto se han unido en tribus, para organizarse, comunicarse y distinguirse entre ellos.
De Lothian permanece en silencio, el corazón se le desboca, de seguir así tendrá que volver a coserlo antes de que amanezca.
—¿Y sabes que es lo mejor?
—No quiero imaginarlo...
—La tal Stacia dice que te conoce, que cuando os encontréis te dirá de que forma podemos poner fin a la guerra.
Quiere decir algo, pero la boca se le queda abierta en un rictus de sorpresa. Su abuela le hubiera dado un sopapo para traerlo de vuelta.
—¿Muchacho?
—¿Si?
—¿La conoces?
Vacila unos segundos. Es mi hermana, mi hermana gemela—, contesta.
Ahora es el turno de Picto de abrir la boca y cerrarla antes de que le entre cualquier mosca.
Tomo VI - La Guerra Perdida de Evan Trevanian
Cuando Stacia llegue al Muro de Adriano no me encontrará. Puede que pasen meses o años, pero —al final— su voluntad la conducirá hasta mí. Sólo hay un problema, insignificante: el hombre que tendrá ante sus ojos se habrá convertido en un completo desconocido. Intento imaginarnos juntos después de tanto tiempo, y en cada ocasión terminamos de la misma forma: ella gritando, yo tapándome los oídos, y su voz haciendo estallar un espejo en el que contemplo un Arsen roto, hecho pedazos. Un Arsen de Lothian oscuro, vacío, henchido de aquello que más teme.
Me ofrezco voluntario para las guardias nocturnas. Todos piensan que soy un héroe. Eso me avergüenza. Me consume.
Durante la noche, las tinieblas hacen que mis pensamientos parezcan menos sombríos. No hay contraste. Cada uno de ellos asemeja a una prenda mal confeccionada. Soy un sastre de manos temblonas, cortando y cosiendo en una frenética carrera contra reloj. Al terminar y ver el resultado, enloquecido, los deshago, y vuelvo a coser una y otra vez, pinchándome, sangrando, dejando mi huella roja sobre cada uno de ellos.
Enhebro mi cordura con un hilo desecho, con la esperanza de hallar algún sentido.
Vivo a costa de los sueños que una vez forjé, y que ahora me resultan imposibles de creer. Pero miento bien. Y los demás, cuando me escuchan, sueñan. Es por eso que aún me permito vivir, a pesar de mi impostura.
La noche es fría, despejada. Arsen de Lothian tiene la piel de gallina, se ha negado a coger una prenda de abrigo esperando evitar el sueño. Debe permanecer alerta. Alza la cabeza y distingue a Scorpius: brillante, onírico. No es capaz de asimilar que en el año 4000 A.C. los sumerios pudieran contemplar ese mismo cielo. Al ser humano se le escapa el Universo, demasiado paño para tan torpe sastre. De Lothian piensa "pequeño, pequeño, insignificante, banal, todo nuestro sufrimiento".
Un lobo aulla, unos pasos se acercan sigilosos, Arsen suspira.
—Si no mueres un día...
—Mueres otro...
—Arghhh, por dios bendito, ¿quién tuvo la ocurrencia de ese santo y seña!
—Hum... creo que yo... me pareció trascendente.
—¡Y una mierda! No he oído tamaña sandez en mucho tiempo, chico.
—¿Qué te trae por aquí, Picto? Dime...
—Ah, Arsen, siempre directo al grano. ¿Un poco de whisky?
—Sabes que no bebo. Venga, suéltalo y vete.
—Admiro tu cortesía, muchacho, en serio. Bah, tranquilo, me esfumo rápido. Te traigo noticias: ha regresado un comando del sur, diezmado, corren rumores de grupos armados que se están oponiendo al Klaan. Dicen que se dirigen hacía aquí.
—¿Son fiables las fuentes?
—Ya sabes como va esto... les hemos practicado la Cuarentena, pero el Klaan les entrena cada vez mejor para superar nuestros interrogatorios.
—¿Se sabe quién es su líder?
—Una mujer.
Arsen cierra los ojos y contiene la respiración. No, tan pronto no —piensa—, aún no estoy preparado, jamás lo estaré.
—¿Su nombre?
—Stacia, de la tribu Eburonian.
Arsen ahoga una exclamación.
—¿Qué quieres decir con eso de "tribu"?
—Ni puñetera idea. No preguntes. Por lo visto se han unido en tribus, para organizarse, comunicarse y distinguirse entre ellos.
De Lothian permanece en silencio, el corazón se le desboca, de seguir así tendrá que volver a coserlo antes de que amanezca.
—¿Y sabes que es lo mejor?
—No quiero imaginarlo...
—La tal Stacia dice que te conoce, que cuando os encontréis te dirá de que forma podemos poner fin a la guerra.
Quiere decir algo, pero la boca se le queda abierta en un rictus de sorpresa. Su abuela le hubiera dado un sopapo para traerlo de vuelta.
—¿Muchacho?
—¿Si?
—¿La conoces?
Vacila unos segundos. Es mi hermana, mi hermana gemela—, contesta.
Ahora es el turno de Picto de abrir la boca y cerrarla antes de que le entre cualquier mosca.